Se enfrentaba la selección vigente campeona de Europa contra los Colombianos cuya fanaticada se agolpaba en los asientos del Santiago Bernabéu. Todos, claro, con camisetas de James, que Florentino vendió un gritón de ellas. Rumores dañinos comentan que las regalaban a la entrada, eso si, las rosas que son más festivas. Las del dragón, aunque sean de mercadillo, son más de diseño y tal.
Los cafeteros pusieron las cosas muy dificiles adelantandose en el marcador con dos goles de Martínez en los que la culpa no fue ni mucho menos del-mejor-portero-del-mundo-y-de-la-galaxia-conocida. Si acaso, de la defensa, y por concretar más, en ningún caso de Sergio Ramos. Algún error tendrían o bién Piqué, o bien Jordi Alba o incluso Juanfran. Ninguno del Real Madrid. Es un dato.
Aún así, la selección supo reponerse, sin duda tras los ánimos vertidos en el vestuario gracias a las arengas del Marqués, logrando así en la segunda parte el dominio total del encuentro. Diego Costa (español de adopción) y David Silva (más o menos lo mismo, que es de las islas y también habla raro) fueron los artífices de los goles que llevaron al empate y casi a la remontada.
No es el comienzo soñado para la selección, pero está de rodaje, recuperando sensaciones, fraguando una revolución, y tal.