Fuimos a Noruega, a jugar contra la cenicienta del grupo, confiados en la victoria. Y quizás la podríamos haber conseguido pero no tuvimos suerte.
Todos los autogoles son desgraciados e inesperados, pero el de ayer de Piqué es injusto. En una jugada sin mayor peligro, el central se adelantó a Valdés y se hizo un autogol. A partir de ahi la desesperación, la desconcentración y un Rosenborg muy inspirado que podía haber hecho más goles.
Realmente fueron dos partidos en uno. Lo mejor, el buen rato con Amarra y Nieves. Lo peor, un nuevo día en la oficina y la derrota de todos los días.
Un placer Amarra.